Este es tu sitio


Muchas veces no sabemos cual es nuestro lugar en el mundo. ¿Pero acaso tenemos un lugar? No sé tú, pero yo tengo el mío. Aunque quizás el lugar de hoy no sea el de mañana, pero mientras llega mañana hay que dejar claro el hoy. Por eso cuando mi puta llegó al club tuve que enseñarle cual era su sitio. Ese día apareció vestido de persona, se acercó, me besó los zapatos, se abrazó a mis piernas y yo hundí mis manos en su pelo para estirarlo. Le di un fuerte tirón mientras le escupía en la cara. Es mi forma de saludo cariñoso, sonreí cuando le vi las babas caerle por la mejilla. Después de nuestro saludo empezó a hacerse el gracioso,  se ve que el ir vestido de calle le había hecho pensar que era algo más que mi perra en celo. Me acerqué a él y le abofeteé. Le ordené desnudarse y lo bajé a al sótano.
 
Allí estábamos solos, los demás seguía su fiesta arriba. El sótano es oscuro, huele a humedad y no esta muy limpio. Él se arrodilló y agachó la mirada. Soy tuyo Ama, me dijo. Su polla empezaba a ponerse dura, la muy perra siempre anda cachonda. Me fui hacia ella y la pisé mientras me quitaba el vestido. Me acaricie los pezones, él no se atrevía a mirar pero se daba cuenta, su polla palpitaba. ¿Te gusta mi lencería puta? él levantó la mirada y lo primero que vio fue mi coño a través del encaje. Se le puso más dura y yo la pisé más fuerte. Asintió. Me agaché y le quité esa camisa que llevaba y le até los brazos a la espalda con ella. Me giré y le mostré mi culo, el encaje dejaba verlo en su plenitud. Seguro que te gustaría lamerlo, ¿verdad putita? Volvió a asentir. Lo empujé sobre el suelo y le quité los pantalones. Su polla crecía a cada instante, le pisé la polla con mi tacón. Él se quejó pero no hice ni caso, le pisé hasta que me cansé. Pasee por todo su cuerpo con mis zapatos. El tacón se hundía en su piel y se quejaba. A cada quejido yo me excitaba más. 

Me senté sobre su pecho y lo miré. ¿Que eres? le pregunté mientras  retorcía sus pezones. Soy tu puta, dijo tratando de ahogar sus quejidos. ¿Y qué más? volví a apretar sus pezones con fuerza. Soy lo que tú quieras que sea. Sonreí. Eso es. Eres lo que yo quiera que seas. Lo agarré del pelo y le dí un fuerte tirón para que se incorporase. Se quedó de rodillas mirando el suelo. Le acaricié la cara mientras le rodeaba al andar. Me senté en sus hombros y le acaricié el pelo. Me excitaba tenerlo así, quieto, callado, como un objeto. Le metí un dedo en la boca que empezó a lamer como loco. Lo abofeteé. Ahora eres mi silla y las sillas no lamen.  Soy lo que quieras Ama. Sonreí de nuevo. Lo has entendido putita, entendiste cual era tu sitio.


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