Disfrutando del sol

Y cuando parece que ya se ha acabado el verano, vuelve a salir el sol. Soy como los caracoles, no puedo evitar salir a tomar el sol cuando aparece. Ese día estaba en la casa de unos amigos, era una casa enorme, con mucho terreno, césped, piscina, arbolitos, ¿que más podía pedir? Un millón de lindens quizás, por pedir que no sea.  Mis amigos nos habían reunido para celebrar que llevaban más de un mes juntos, eso en nuestro mundo es un hito grandísimo. El lugar estaba lleno de cuñados, nueras, tios y tias, sobrinos, hermanas, etc... ya sabéis las familias en SL no se acaban nunca. El día había amanecido fresco, pero de repente salió el sol, aburrida de escuchar al cuñado de mi amigo decidí aislarme en el jardín y aprovechar esa luz maravillosa. Cogí un sillón de madera y me senté en mitad del césped. No hay nada como sentir el calorcito del sol en tu cara. Mientras estaba pensando en mis cosas oí unos gritos. Al principio traté de ignorarlos, cerré los ojos y me puse a escuchar el sonido de los pájaros, la hierba, el aire,... pero los gritos cada vez eran más fuertes. Parecía que venían de la casa donde estaban mis amigos,  dudé en levantarme.

 El sol no me dejaba ver con claridad, era una luz cegadora. A la que me di cuenta un hombre venía corriendo hacia mí, gritaba algo, pero no le entendía. Cuando  el sol me permitió verle me fijé que sujetaba un cuchillo lleno de sangre en la mano. Me levanté como un resorte y salí corriendo. No encontraba nada para esconderme así que fui como loca hacía unos árboles. No me lo podía creer, había un loco en esa casa y nos estaba matando a todos. Los árboles me parecían lejísimos, mi mente estaba en blanco, solo corría. Cuando llegué al árbol empecé a treparlo. El hombre con el cuchillo seguía gritando, ahora si lo entendía, me estaba amenazando. Yhesy, a ver como sabes de esta. Empecé a tirarle las ramas que veía. Le daban en la cabeza pero no se daba por vencido. El hombre lleno de sangre no parecía tener prisa, pasaba el tiempo y no se movía del árbol. Las piernas se me estaba durmiendo, llevaba horas sin poder bajar. Como pude me quité el pantalón, me abrí de piernas y empecé a mearle al tipo. Lo llené entero de mi orina que caía sobre él como lluvia dorada. Se cabreó muchísimo pero se fue corriendo dirección la casa, gritando que era una cerda y mil cosas más. La verdad, me daba igual. Cuando vi que entraba en la casa, supongo que para limpiarse, bajé y me fui como alma que lleva el diablo. Corrí hasta la carretera donde trataba de encontrar a alguien  que me ayudase a huir del loco psicópata. 



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