Inspeccionando una fresita

 

Ese día me despertaron llamando a la puerta insistentemente. Fui a ver quien era y resultó ser un chico joven, guapo, rubio y bastante bien formado. Le sonreí. ¿Que haces aquí guapo? Él me dijo que le habían llamado para tomar medidas de unas puertas. Ah sí, el carpintero, se me había olvidado. Pasa. Él chico pasó sin dejar de mirarme con cara de guarro. Había salido a abrirle en ropa interior. Le dije que me siguiese mientras movía mi precioso culo al caminar, él no dejaba de mirarlo, lo intuía. Le mostré las puertas que quería cambiar mientras él tomaba las medidas. Llevaba una camiseta algo estrecha y se le marcaban los músculos. Me apoyé en una de las puertas y empecé a mirarle a los ojos, los tenía claros, son mi debilidad. Me gusta tu pelo, le dije acercando mi mano y hundiéndola en sus cabellos. El chico respiró profundo mientras su mirada iba directa a mis tetas. Yo le acariciaba el cabello suavemente y lo miraba con ternura, tenía un rostro fino, de piel suave. Él  tiró el metro al suelo y con sus manos rodeó mis caderas. Mis dedos que jugueteaban en su cabello, lo agarraron con fuerza, mi rostro cambió y en sus ojos podía ver la sorpresa. Por el fuerte tirón de pelo le estaba obligando a agacharse. Dobló sus rodillas mientras sus ojos se clavaban en los míos. 

Tengo planes para ti, le dije al carpintero. Él me miró tratando de acercar su lengua a mis muslos. Le di un tirón fuerte y lo aparté de ellos. Si quieres sentir mi piel vas a tener que hacer lo que yo diga, le acaricié la cara y lo empujé mientras me iba a buscar unas cosas para él. Aparecí con spray rosa y un lacito rosa, como no. Lo miré sonriendo. ¡Quítate la camiseta! No tardó ni un segundo en tirarla al suelo. Le acaricie los pezones y se los estiré. ¡Ahora el pantalón! Se lo quitó sin decir nada. Buen chico. Ahora los bóxers. Se los bajó dejando su polla al aire, estaba morcillona. Voy a decorarte de rosa. Agarré sus huevos en mi mano y los sujeté con fuerza. Vamos a ver cómo te queda este lacito. Se lo até estrangulando su polla con ese lazo rosa. Él lejos de huir estaba cachondo perdido. Mordí sus labios y rocé mi coño contra ese pene atado. No he acabado contigo. Cogí el spray rosa y le tinté el pelo. Eres mi fresita, le dije mientras le escribía cosas por el cuerpo. 

Lo llevé a un sofá donde me tiré encima de él para que sintiese el calor de mi cuerpo. Nos besamos y mi coño no dejaba de babear esa fresita cachonda. Rozaba mis caderas como si me lo quisiese follar. Su polla luchaba por liberarse y mi coño aprovechaba para humedecerla con cada roce. Le di la vuelta y le até las manos a la espalda. Él gemía y me pedía que le hiciese lo que quisiera. Me senté junto a él y empecé a acariciarle despacio. Le abrí las piernas y chupé mis dedos para introducirlos en su ano. Él me miraba con deseo y yo estaba cachonda pérdida de ver que estaba a mi merced, podía hacer lo que quisiera con él en ese momento. Le metí dos dedos mientras él gritaba entre el dolor y el placer. Yo lo miraba a los ojos, esos ojos que me pedían más y más. Mis dedos entraban y salían de él mientras sus jadeos impregnaban todo. Tengo algo para ti, le dije mostrando mis bragas llenas de flujo. El pobre no aguantó más y se corrió mientras le masajeaba la próstata con mis dedos. Habrá que inspeccionar de nuevo a esa fresita. 


 

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