Dar de comer al hambriento

 Estamos en la recta final de las fiestas y embriagada por el espíritu navideño decidí hacer una buena acción antes de acabar el año. Estaba en un centro comercial devolviendo algunos regalos que no me habían gustado cuando vi a un chico vestido de Santa Claus haciéndose pasar por un paje de los Reyes Magos. La dependienta le empezó a gritar porque se había equivocado de disfraz, como vi que la bronca tenía su gracia me puse a grabarla con el móvil. Me fijé en el chico y aunque fuese torpe para los disfraces, era bastante atractivo. Mientras la pobre criatura recibía la bronca de su vida yo me puse a colocarme las tetas mirándole con cara de lagarta. El chico no tardó en fijarse más en mis tetas que en escuchar a la dependienta. Miré la hora y pensé que ya había pasado mucho tiempo en una cola, era hora de convertir un día aburrido en interesante. Me acerqué al chico despistado y lo agarré del brazo. ¡Ven conmigo! él me vio como su salvadora y me siguió sin preguntas.

Cuando llegamos a mi coche le invité a subirse. Tengo hambre ¿vamos a comer? me preguntó mientras miraba mis tetas. Me reí. ¿Quieres quedarte aquí recogiendo cartas de niños o subes? le contesté mientras entraba en el coche. Él no tardó ni un segundo en entrar. Era guapo, tenía buen cuerpo y que fuese vestido de Papá Noel, no os lo voy a negar, me ponía mucho. Estaba cachonda pero todavía mi mente pensaba con claridad, no iba a enseñarle a un desconocido el camino a mi casa, saqué un pañuelo de la guantera y rodeé su cuello con él mientras lo miraba fijamente a los ojos. Me acerqué a él para olerle, su aroma me encantaba, saqué mi lengua y le lamí los labios despacio. Él se empezó a poner duro, le comí la boca mientras palpaba su entrepierna,  se apreciaba una buena polla que se iba poniendo dura con tanto roce. Subí el pañuelo y se lo puse en los ojos. Le excitó que le vendase los ojos y su polla parecía una roca. Me lo llevé a casa.

Nada más entrar me quité la ropa y se la iba lanzando encima. Él no veía nada pero olía cada una de las prendas que cogía. Cuando le lancé mis bragas las aspiró con fuerza, se notaba que le excitaba el olor a coño. Lo llevé a la cocina y le quité los pantalones. ¿Tienes hambre?  le pregunté mientras rozaba mi coño desnudo contra su polla. Él asintió. Abrí la nevera y lo empujé al suelo. Cogí una bandeja de fresas, me encantan las fresas, tan rojas, tan dulces, tan tiernas. Me senté encima de él y di un bocado a una de las fresas. Él solamente trataba de embestir buscando con su polla mi vagina. Le di un tortazo. ¡Vas a comer! le ordené mientras pasaba la fresa mordida por sus labios. Me gusta deslizarla y ver como se van pintando poco a poco. Él sacaba su lengua para saborearla mientras acariciaba mis muslos con su mano. Me ponía cachonda tenerlo así, sin ver, solamente saboreando lo que yo le dejo y oliendo lo que voy a meterle en la boca. Metí la fresa entera en su boca y trató de cazar mis dedos para lamerlos también. Cogí otra fresa y me la acerqué al coño, quería que él saboreara lo excitada que estaba. Se la acerqué a la nariz y pudo oler mi coño en esa fresa. Su reacción fue inmediata, noté como su polla palpitaba. Él abrió la boca buscando que lo alimentase de nuevo con esa fresa impregnada de mí. Le hice sufrir un poco y se la fui dando poco a poco. Él la saboreó despacio mientras yo lamía las comisuras de sus labios. Me excitaba tanto darle de comer que habría tenido un orgasmo sin que me metiese la polla, solo de sentirla ahí abajo palpitando mientras yo alimentaba al hambriento.

 


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