Mi peluquera particular

 Os tenía abandonados pero en otras realidades me tenían bastante liada, cosas que pasan. Bueno os vengo a contar una de las últimas cosas que me han ocurrido. Ya sabéis que soy una mujer muy coqueta. Me gusta estar bien maquillada, usar lencería fina, tener el pelo brillante y sedoso, adoro que mi piel sea tan suave como el culito de un bebé (no me puedo quejar ya que la genética me ha bendecido con una piel envidiable) y sobretodo me gusta tener una sonrisa perfecta. Si no te lavas los dientes, no te acerques a mí. Bueno que me desvío del tema, resulta que tenía un evento al que asistir y como había estado trabando en otros mundos me había descuidado un poco. Necesitaba ir a la peluquería con urgencia pero no tenía tiempo, debía ducharme, depilarme, pintarme las uñas, maquillarme, elegir vestido, vestirme y salir pitando para la fiesta. 

Llamé a mi peluquera habitual pero ella no podía venir, decía que estaba ocupadísima. La habría matado en ese mismo momento, pero no iba a solucionar nada así que respiré y le pedí que si podía enviarme una de sus ayudantes. La chica asintió y me dijo que en menos de quince minutos tenía una peluquera en casa. Casi no me dio ni tiempo a ducharme, oí el timbre y salí con la toalla enrollada a abrir a la ayudante. Mi sorpresa fue encontrarme con un cachas delante de mi puerta que miraba mi piel mojada con cara de quererme pasar su lengua por toda ella. Me recompuse y le invité a pasar con una sonrisa picarona. ¿Así que tu eres mi peluquera particular por hoy? le dije al cachas mientras dejaba caer mi toalla en el suelo mostrando mi cuerpo desnudo. Él asintió con cara de bobo y algo que empezaba a moverse en su entrepierna. ¡Dame ese bote de crema! le ordené mientras apoyaba uno de mis pies en un taburete. Él me lo pasó nervioso. Abrí el bote y empecé a extender la crema por mis muslos y pantorrillas mientras lo miraba. El chico no sabía que hacer y un bulto bajo el pantalón empezaba a crecer. ¿No vas a preparar tus instrumentos? le pregunté mirándole la entrepierna. ¿Como? ¿El qué? me respondió el peluquero muy nervioso. Tus instrumentos de peluquería,... peines, cepillos, tijeras,... gomas, horquillas,... ya sabes. Le contesté señalando su maletín de trabajo.

Cuando acabé de darme crema me puse delante de él y lo miré fijamente a los ojos. Ya que no sabes preparar tus instrumentos de trabajo,... Le susurré mientras mi mano acariciaba su polla y huevos. ¡Vas a hacer algo útil! aparté mi mano de su polla y le di mi ropa interior. ¡Vísteme! él se agachó para que metiese los pies por las braguitas de encaje. Mientras iba subiendo las bragas su rostro casi rozaba mi piel. Me excitaba verlo así, tratando de contenerse. Me puso las medias despacio, con delicadeza y cuando acabó sus labios rozaron mi muslo y pude sentir su respiración agitada en mi piel. ¡Buen chico! Me acerqué y lamí despacio su cara mientras le iba desabrochando la camisa. Mi lengua bajó por todo su pecho, un pecho fuerte, fibrado. Lo lamí despacio, me volvía loca lamerlo. Su polla parecía un mástil que salió directa cuando bajé sus pantalones y sus boxers. Esa polla estaba tan dura que podría haber colgado mis bragas de ella. Le escupí en el glande y lo acaricié. Me agaché para pasar mi lengua por su polla. Él gimió y quiso cogerme la cabeza para marcar el ritmo, error, le mordí la polla. Joder, como me pone morder. Él gritó y soltó mi cabeza. Me levanté y fui a por una faldita rosa de mi puta. Se la puse por la cabeza deslizando la tela por su abdomen. Sonreí al ver lo bien que le quedaba. Ahora vas a peinarme, que para eso has venido para ser mi peluquera particular. El chico me empezó a peinar, cogiendo mi pelo con delicadeza. Era una peluquera muy sensible.



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